Confesiones de un traidor.


Cuando se empieza una historia se adquiere de alguna forma un compromiso con el lector. El autor propone un viaje que se supone que lleva a alguna parte y el viajero, cuando se embarca, lo hace en la confianza de llegar a alguna parte. 

El destino final siempre es un misterio, pero eso es parte del trato, precisamente la parte que hace que el viaje sea interesante y atractivo. Siempre que haya un destino final.

Porque cuando no lo hay, cuando se deja al viajero tirado en el control de embarque de ese siguiente capítulo que ya nunca será, entonces se está traicionando a todo el pasaje.

Yo lo he hecho varias veces. 

Sin que sirva como excusa, tengo el feo vicio de empezar historias que no terminan. Para mí es un ejercicio, para quien las lee supongo que una decepción.

Puede que me falte constancia, o voluntad, o solo que me aburra de la que un día me pareció una buena idea. Puede que en realidad no fuera tan buena idea. 

Puede que me lance como un loco a tirar párrafos sobre la primera ocurrencia que pasa por mi puerta y después de la arrancada de caballo, suceda la parada de burro.

La cuestión es que mi inconstancia me ha hecho perder la custodia de unos cuantos personajes, abandonados a su suerte en el reino de la desidia, y de paso he traicionado a quienes hubieran querido saber quién era el druida asesino, si el chaval aquel recuperaba su reino, si se celebraba la boda en Houston o en la estación espacial y tantas otras preguntas que quedarán para siempre sin respuesta.

Merecéis dos cosas: que os pida perdón por tanto trato incumplido, y que yo haga propósito de enmienda.

Vayan pues mis disculpas, y esta declaración de intenciones.

En adelante no voy a publicar nada que no tenga final. Se acabó la prisa por mostrar lo que llevo cuando no tengo todo lo que falta. Y se acabó eso de empezar historias sin tener ni idea de cómo terminan; los personajes no escriben, no les puedo confiar que me saquen ellos de los nudos gordianos en los que yo me enredo por no haber sabido pararme a imaginar una trama.

Dicho lo cual, he empezado otra historia, mejor dicho, he empezado con la trama de otra historia, porque no voy a escribir ni una sola palabra hasta que no le dé un buen final a la trama.

Y si lo logro, como espero, no voy a publicar nada hasta que esté todo. 

¡Se acabaron los ejercicios!: hoy empiezo a escribir.

(Y solo espero que sea sin daños a terceros).

12 Comentarios

  1. Sabes, me ha sucedido varias veces, pero por suerte sin llegar a publicar (exceptuando un par de cuentitos truncos que subí a Wattpad). Está bien que te propongas publicar textos con final; pero, sano consejo, no dejes de escribir textos truncos para tu propio disfrute. Siempre estás practicando, creando, sacando para afuera ese «no se qué» que te quema dentro. Y, quién sabe, acaso en la colección de inacabados encuentres la solución para un final inesperado de un largo relato en proceso de publicación.

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    1. Así es, no pienso dejar de escribir cositas, es bueno para hacer mano, pero necesito centrarme en una historia y sacarla adelante, algo de más envergadura y con una estructura sólida, no como hasta ahora.

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  2. A ver si es verdad y, en lugar de emprender mil acciones distintas, te centras en una sola historia y la sacas al mercado al concluirla, que tú tienes madera de sobra para eso y, de paso, dejas de perderte en ejercicios inconclusos que, según tú, te resultan deprimentes y reprimentes.

    Saludos

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  3. Jajaja. Pero de momento ya lo has dejado caer, que voy pero no se si llegare para comer, para cenar o si llegare. De momento ya he salido. 😉
    Intenta hacer arrancadas de burro y paradas de caballo, suelen ser mejores. 😉
    Un abrazo.

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