-¡Siete!
-Jo, tío, ¡vaya suerte tienes!
-Jejeje, es lo que hay, chaval. A ver, a ver…. cojo cuatro ejércitos y… ¡tres cartas de acción!
El pequeño tomó de la caja cuatro pequeñas figuras de soldados y las colocó sobre el extraño tablero en distintas zonas de colores vivos que representaban los países que él controlaba. Después sacó del mazo las tres cartas.
¡Ahí va! -pensó- ¡Una de inmunidad! Y esta es… una epidemia, y esta otra… ¡mierda!, ¡una crisis financiera!
-Venga, haz ya la jugada que no tenemos toda la tarde – le dijo otro de los niños, ansioso por que llegara su turno.
-Espera, hombre. Mira, por hablar, ahora voy a usar esta carta de epidemia en… ¡Guinea! ¡Chúpate esa! ¡Tu población se acaba de reducir a la mitad!
Y en ese mismo momento, en un pequeño planeta a cientos de años luz de la gigantesca nave espacial, los informativos comenzaron a hablar de la catastrófica epidemia que se acababa de declarar en un pequeño país del centro de África y que ya estaba acabando con cientos de miles de vidas.
-Joder, que mala leche. ¿Es que te he hecho algo? ¡Siempre la tomas conmigo!.
-Eso por meterme prisas, que llevas todo el rato igual. Y ahora vas a ver: Muevo dos ejércitos de este país de aquí y… ¡te ataco con diez ejércitos a… comosellame!
-¿A cuál? ¿A este? Ahí pone Siria. A ver si por lo menos respetas las reglas: hay que decir el nombre del país.
-Pues eso, Siria. Anda, ¡coge los dados y ya puedes ir tirando!
Los dados decidieron sumar cinco, y al instante perecieron unos cuantos miles de personas en el lejano planeta, víctimas de un bombardeo.
-¡Menuda suerte! Pero ahora vas a ver. Me toca a mí: Uso esta carta de golpe de estado en… – su pequeño dedo paseó dubitativo por el tablero buscando las posesiones de su rival – …ese país de Centroamérica y…
-¡Niños! ¿No va siendo ya hora de merendar?
-Jo, mamá, déjanos jugar un rato más…
-Va, pero en media hora os quiero a todos en la cocina, ¿ok? ¡Y dejadlo todo bien recogido!
-Si, mamá, seguro. ¡Qué pesada! – dijo el niño que esperaba turno a sus compañeros, mientras bailaba en sus dedos una carta con un gigantesco hongo de humo y fuego.
El relato se interpreta desde la primera frase. Eso sí, cada uno puede hacerlo a su manera, aunque el resultado es el mismo, somos unos peleles en manos de algo superior: llámalo dioses, gobernantes o intereses ajenos.
Este Jumanji no me gusta nada, da mucho miedo…
Besacos Israel!!!!
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La idea es muy sencilla, y nada nueva por cierto. No solo Jumanji, hay más historias similares, y todas tratan sobre lo mismo: el destino es resultado de un juego inocente gobernado por el libre albedrío de unas criaturas que lo definen en función de sus propios deseos e inquietudes. Eso era el Olimpo clásico, donde las tensiones entre los dioses se reflejaban en el devenir de la gente.
Da en que pensar, y ¡de eso se trataba!
Un abrazo, compañera.
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Me ha parecido estremecedor sinceramente, pensar que podemos ser y realmente somos juguetes de los poderosos.
Me despido por unos días amigo mío.
Un beso.
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Pásalo bien y cuídate mucho!!
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Gracias israel.
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Desde el título, una gran ironía… y coincido con Antonio. Me ha gustado mucho (el relato, se entiende) 🙂
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Muchas gracias, Claudia, yo también coincido con Antonio, ha sabido resumir en una frase todo el sentido del relato.
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Es lo que somos, soldados o juguetes en manos de unos dioses caprichosos que juegan con nosotros como les da la gana. 😉
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O es lo que no deberíamos ser, ¿verdad? Esos niños podrían ser una metáfora de los poderosos que deciden el destino de millones de personas. ¿Lo hacen conscientemente o es solo un juego para ellos? ¿Son así de frívolos al mover las piezas? ¿Acaso son coherentes con la responsabilidad que conlleva cualquier poder?
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¿Ahora presentas los relatos sin descifrar el final?
Imagino que lo último tendrá que ver con Portugal, aunque la verdad es que no encuentro lógica alguna en esta breve exposición.
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No la tiene. Solo son unos niños jugando al Risk. Tal vez si les hubiera puesto de nombre Vladimir, Donald y cosas parecidas tendría algo más de sentido…
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