Será que soy así de trivial.

Tengo dos formas de escribir. Hay textos que escribo por impulso y… algún día escribiré uno de los otros.

A veces no tengo ese impulso, o me llega en mala hora y después pierde intensidad, cambio de idea y no puedo ya escribirlo. Persiste la necesidad de escribir, esas ganas de hacer que cante mi viejo teclado ibm, fiel compañero, de esos que ya no se hacen, de los que suenan a máquina de escribir, pero de poco sirve esa disposición si no hay motivo.

Plan B: Crear ese impulso. Me pongo con ello. Busco una idea a mi alrededor, tiro de un recuerdo, miro algún periódico o recurro a alguna de las notas que almaceno. Porque los buenos impulsos hay que guardarlos para después. Pero esas letras forzadas no suelen dar buen resultado. No es lo mismo.

Este mismo texto es un buen ejemplo. Meras divagaciones hilvanadas a duras penas. Contenido escaso, intrascendente, poco más que un ejercicio. La tónica general de lo que hay en este blog. Fruslerías. Banalidades. Pero son mis fruslerías y mis banalidades.

Si somos lo que comemos, ¿seremos también lo que escribimos? Puede que si. Sin poder evitarlo uno va dejando retazos de sí mismo en cada párrafo. A lo mejor soy así de banal e intrascendente, puede ser.

Juzgadlo. Yo me voy conociendo también a través de lo que escribo. Así de trivial.