El Carmen del destino.


Todavía hoy, cuando mis cicatrices no son ya más que líneas desvaídas y borrosas, me estremece el recuerdo de aquel viaje a Granada. Al ver como mi piel se ha rehecho, como ha revivido en nuevas capas desde su raíz más profunda y, al envejecer, ha disuelto poco a poco la memoria de sus señales entre manchas y arrugas, siento el anhelo imposible de que las heridas del alma fueran de esa misma naturaleza, y no así tan profundas, tan dolorosas y tan difíciles de restañar. Contra toda esperanza, sé que las mías ya nunca me dejarán.

Después de todos estos años sin hallar la paz del olvido ni el inútil consuelo de la justicia, hoy, cercano ya a mi fin, me decido a relatar la verdad de todos aquellos extraños sucesos. No confío en ello ningún bien, más mi razón para hacerlo es poder evitar, si cabe, algún mal. No esperes pues de esta historia amores, ni momentos alegres, ni tan siquiera un final feliz. No hay finales felices en la vida porque no tiene más final que la muerte. Más si estos avisos no te detienen, lee, adéntrate sin miedo en mi pasado y nunca olvides que lo que hoy se antoja oscuro tal vez pueda llegar a ser luz más adelante.

Primero habrás de acompañarme a un corto viaje en tren. No tenía más de diecinueve años cuando subí a un vagón de madera oscura en la estación de Sevilla. Por todo equipaje iba cargado de ilusiones, un par de mudas, cuatro billetes doblados varias veces para que pudieran estirar todo lo posible y la palabra de Washington Irving de que en aquella ruta habría algo más que olivos, caminos y montañas.

Conocí a mis compañeros de viaje solo unos meses antes, en la facultad, pese a mi dificultad congénita para dar o devolver los buenos días. El viaje se me presentó como una oportunidad irrenunciable para adentrarme en lugares desconocidos hasta entonces, como eran la Alhambra y el Albaicín, o como era la amistad de mis compañeros, que hasta entonces me había sido esquiva, y como podrían ser, si tenía suerte, mucha más suerte en realidad de la que jamás había soñado, los ojos verdes de Violeta.

Pero mi aspecto flacucho, mi timidez supina y un pelo tan ingobernable que mi peinado pasó de moda allá por tiempos de Vespasiano, me condenaron a un asiento alejado de ella. Demasiada distancia, y demasiados candidatos mejores que yo ocupándola, por lo que no tuve otro remedio que entablar relaciones con la ventanilla y entretener esas largas horas recreando la ruta del americano.

No por andar imaginando a moras enamoradas de castellanos huyendo de sus respectivos ancestros por entre trigales y manchas de encinas podía dejar de darme cuenta del verdadero motivo de mi invitación. Al parecer era costumbre en este tipo de aventuras llevar siempre a alguien de quien poder reírse para amenizar las esperas, los viajes y, si no había alternativa, también el resto del tiempo. A mitad de camino ya había dejado de responder a mi nombre, gastado de tanta chanza. Entretuve el resto del viaje confeccionándome un impermeable de amor propio para impedir que toda aquella baba calara en mi orgullo.

Por desgracia para cuando llegamos a la estación descubrí que la prenda hacía aguas por donde menos esperaba, pues Violeta, bajándose de pronto del altar, no pudo evitar unirse a la fiesta, como si a nadie más en este mundo le hubieran aflojado el cierre de la maleta para que, justo al bajar, la concurrencia pudiera comprobar cuánto podían volar unos calzoncillos.

Debo estas palabras a una petición / idea de ElficaRosa, mal interpretada por mi parte, a quien dedico (si no es muy pretencioso esto de dedicar) esta y las tres o cuatro siguientes entregas de lo que será, espero, un breve relato de terror.

Ya sé que de momento no asusta pero, como decimos en mi pueblo, ¡os vais a cagar!

Espero que os guste y, como siempre, espero vuestras críticas, que es lo que ayuda porque los halagos ya me los cocino yo solito. ¿Que tal el estilo? ¿Que os parece esa primera persona? ¿No es un poco lento el inicio? ¿Y el personaje, tiene cuerpo, le faltan detalles, invita a pensar en lo que pueda venir más adelante?

Muchas gracias, y un beso a mi cuasi-paisana, inspiradora de este asunto.

 

 

 

12 Comentarios

  1. Reblogueó esto en POESÍA JAPONESA DE ELFICAROSA. PÁGINA WEB PROTEGIDA, TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Código Safe Creative: #1608052119818y comentado:
    Reblogueo esta historia que Isra ha tenido a bien dedicarme, usando Granada como escenario nos regala un relato de terror que nos pone los pelos de punta. Mil gracias amigo mío por hacerme disfrutar tanto.
    Resto de relatos:
    El Carmen del destino (2)
    El Carmen del destino (3)
    El Carmen del destino (4)
    El Carmen del destino. (5)
    El Carmen del destino. (6)
    El Carmen del destino (7)
    El Carmen del destino. (y 8)

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    1. Muchas gracias a ti por darme el impulso y por tu cercanía y amistad.
      Pero ¡espera un poco! Lo estoy reuniendo todo en un solo texto y haciendo de paso algunas correcciones… ahora no sé muy bien que hacer, es demasiado tocho para publicarlo en una entrada, casi 8000 palabras, a ver cómo me las ingenio para que se puede descargar, y para ponerle un lacito (negro por supuesto) y enviártelo!

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  2. Un buen caldo de cultivo para una historia de terror: escenario, jovenes, un protagonista con personalidad (aunque él no lo sepa), unos abusones y una moza.
    No resulta lento, al contrario, me ha recordado a Agatha Christie.
    Ya tienes los ingredientes: a cocinar!

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    1. A mí, ahora que lo leo de nuevo, me traiciona el recuerdo de las memorias de Adso de Melk al relatar su historia, esa forma de justificarse antes de entrar en materia.
      Y los ingredientes son muy de película gore, menos mal que me salva Granada!

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  3. Además de no haber cumplido con lo anunciado días atrás, es decir, con lo de que ibas a dejar de subir relatos sin concluir; en el primer párrafo, no soy capaz de dilucidar el significado que le quieres atribuir a «restañar», pues si lo hago con arreglo a cualquiera de las cuatro acepciones de la RAE, el término utilizado está fuera del contexto del relato; en el segundo párrafo, además de que «justicia» debería iniciar con mayúscula, aparecen dos «más» erróneamente tildadas por el hecho de que en ambos casos corresponde la conjunción adversativa «mas». Y con respecto a lo que pides, como ya sabes, para evitar parecer un adulador, no soy partidario de halagar
    ni elogiar obras ni a sus autores, e independientemente de lo expuesto, hacerte saber que el relato resulta ameno.

    Saludos

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    1. Nada que objetar con respecto a la promesa incumplida, lo que me obliga aún más a terminar esto que he empezado.
      En cuanto a restañar si que hay una acepción que se ajusta al sentido que quería darle:
      1. tr. Detener una hemorragia o el derrame de otro líquido.
      Aparte de que esa palabra me atrae, me gusta por el sentido más moral que físico de curar una herida.
      Para lo demás no hay excusa, tengo que poner más atención al corregir.
      Muchas gracias Fran, mañana lo repaso y después, si puedo, segunda entrega: hay todavía mucho personaje por crear… y destruir.

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