El tonto de las libretas.


Soy de gustos sencillos. Cuando me preguntan qué me compraría si me tocara la lotería respondo invariablemente que un queso parmesano. Y añado: Cucharilla ya tengo.

Por lo demás no me pierde ir de tiendas, ni me atraen los gadgets ni le veo interés a consumir por consumir. Como decía mi amigo, solo tengo dos pantalones: el que llevo puesto y otro, y el otro es éste. Eso si, soy el tonto de las libretas. Para mi no existe más pasillo en los hipermercados que el de papelería, y allí me puedo quedar como un idiota manoseando todas las libretas mientras el resto de la familia va encestando tiros libres en el carrito.

Idea que tengo, libreta que compro. Siempre distintas, pues no soy fiel a un modelo concreto, aunque tengo por aquí una magnífica finocam tamaño A4 con papel de 90 gramos que reservo desde hace tiempo para alguna historia que lo merezca, porque esa libreta en concreto no la he vuelto a ver en ningún comercio.

Me viene de pequeño. Todavía guardo por ahí libretas cuarentonas con mis pequeñas locuras infantiles anotadas con caligrafía rebelde, como aquella dedicada a diseños de submarinos construidos con los tubos de las pastillas efervescentes de mi yaya, u otra que no he vuelto a ver hace años, donde desarrollé una larga ristra de códigos para comunicarme con el teléfono aquel que hacíamos los niños de mi época con un hilo y dos vasos de yogur. Mis códigos nunca sirvieron para nada porque no hubo nadie en el otro extremo del teléfono, pero mucho después en la universidad descubrí que se parecían extrañamente al código ascii (que es el que consigue que la máquina que te suministra esta frase traduzca una secuencia de unos y ceros en estas letras que estás viendo). No pienses bien de mi, no fui un niño precoz, solo me gustaba mucho divagar y esa vez le tocaría el turno al código Morse.

Tengo, o no se ya si las tiré, algunas libretas con poesías horrorosas que nunca llegaron a sus destinatarias, y gracias a eso no cargaron con la culpa de que las niñas me ignoraran. Vamos, ellas lo hicieron de todos modos, por lo menos hasta que me abandonó el acné y me quedé sin excusa para no comerme una rosquilla.

Y podría seguir contándote. He guardado muchas libretas como esas con todo tipo de locuras, tonterías, historias que se quedaron en la intención, intentos inútiles y mil otras ocurrencias pero, fíjate, no conservo apenas libretas de clase, ni de cosas de trabajo. No sé, es algo raro. Como si en realidad no le diera importancia a todos esos datos relevantes que apunto en cualquier sitio y, sin embargo, cualquier tontería me hace empezar una buena libreta.

A lo mejor es que lo importante son precisamente todas esas tonterías. Vaya, por algo soy el tonto de las libretas ¿no?

18 Comentarios

  1. Aquí hay otro tonto de las… agendas. Me las guardo desde hace 15 años, no las tiro, quedan en un estante, siempre el mismo. A veces suelo rescatar algún utilísimo teléfono o contacto. O me río con las cosas que nos agendábamos antes…

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    1. Tengo una historia sobre una agenda, creo que da para un relato corto… Estoy dándole vueltas y más vueltas desde hace tres o cuatro días. Ya veremos!
      Por cierto, también las guardo pero nunca las miro, no son tan interesantes como las libretas: todo cosas que TENÍA que hacer, mientras que las libretas contienen lo que QUERÍA hacer.

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  2. Y yo también soy la tonta de las libretas. Tengo muchísimas con todo que he escrito desde mi infancia hasta ahora, y todas las libretas de mis hijos. No puedo tirar nada, ni un papelito, y mis archivos domésticos ocupan mucho espacio como en casa tanto en el corazón mío.

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  3. Nunca he sido yo mucho de usar libretas, la verdad… aunque desde hace un mes pillé una en un puesto solidario de una protectora por hacer gasto y, ¡oye! Ahí que voy apuntando las cosas que se me ocurren para mis textos 😀

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  4. No llego a ser maniática de las libretas, pero alguna tengo, aún hoy y a pesar de que no escribo demasiado, mi mejor manera de escribir algo es coger el boli y la libreta…

    Hace poco, para mi sorpresa, una prima mía me devolvió una libreta que había rescatado hace un montón de años on mis primeros versos… me hizo muchísima ilusión, no por la calidad de los mismos que son tan malos como los de ahora, sino por el mimo con el que estaban escritos, una caligrafía perfecta que he ido perdiendo con los años y una ingenuidad que también he perdido. Aunque, reconozco que ya tenían el tono triste y melancólico que suelen tener mis escritos.

    Gracias por seguirme y por el trabajo y el tiempo que estás dedicando a los Textos Solidarios. Un abrazo.

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  5. Es que la sección de papelería es un mundo aparte. Libretas, no sé las que habré comprado, para mí y para mis hijos, libretas que luego aparecen en el sitio menos inesperado garabateadas por completo y sin ninguna hoja buena. Me pierden los bolígrafos, las pinturas de colores, y las agendas. No puedo vivir sin agenda, no llevo una, sino dos, y además todo apuntado en un calendario de la cocina. Ya ves, haciendo copias de seguridad por todas partes…

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  6. Yo antes también utilizaba muchas libretas luego llegaron estas cosas electrónicas de los móviles, los ordenadores, y demás y fui perdiendo el vicio. Pero ahora, de vez en cuando, revolviendo en algún cajón o en alguna estantería me sale una de aquellas libretas y la verdad la emoción no se puede comparar a la fría sensación de abrir un archivo electrónico

    Cada vez que iba de viaje hacía un diario a mano con mala letra porque lo tenía que hacer en el tren, en autobuses , etc ahora lo hago en mi iPhone pero reconozco que no es lo mismo
    Tengo todavía alguna libreta por empezar. Recuerdo que compré unas cuantas molesquines especialmente para los viajes que siguen vírgenes en la estantería. Quizá sea el momento de volver a lo antiguo

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    1. Yo no puedo escribir en algo que se mueva: me mareo. Pero respecto a lo que dices he observado algo interesante. Yo escribo muy rápido con el teclado, más que a mano, pero para ciertas cosas prefiero escribir a mano. Al escribir en el ordenador es mucho más fácil volver atrás y corregir, y tal vez por eso al escribir a mano pongo mucho más cuidado, lo que me hace escribir aún más despacio, y eso me ayuda a pensar mejor y por tanto escribir mejor. Curioso, ¿verdad?

      Con las moleskin no puedo. Yo soy de anillas, necesito que esa libreta se ponga plana completamente, si no me resulta molesto.

      Joder, ¡¡me estoy dando cuenta de que soy un puñetero maniático!!

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    1. Ni te cuento. Cuando voy a alguna papelería en condiciones entro en éxtasis en el segundo o tercer expositor. Además de las libretas me pierden las plumas, pero eso no me lo puedo permitir. La pluma tiene una liturgia que la hace muy especial: limpiarla, cargar la tinta, esa forma especial de escribir… tengo unas cuantas Parker de las baratitas y las mimo como si fueran de los Montblanc de toda la vida.

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