Natural.


Esa gracia tuya al andar que hace que las baldosas añoren tu sombra. Te mueves como la brisa, tan leve y fluida que el aire se desvive por llenar el vacio que dejas a tu paso.

Las paredes se conmueven de los ecos de tu voz, y graciosas se pintan de reflejos y hasta se recogen sus grietas para poder jugar al claroscuro con tu silueta.

Brillan de envidia todas las flores que riegas, prisioneras en sus tiestos y jarrones, condenadas a enamorar insectos, segundonas en la casa donde reina tu belleza. Si con agua las consuelas, con aromas te lo agradecen.

Pues de tan natural, tú haces especial lo cotidiano, y pintas de rojo todos los días del calendario y vistes de amaneceres todas las vueltas del minutero, sin saberlo, sin quererlo casi, como nada entiende la piedra al caer en el lago de las ondas que provoca.

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