Curriculum Mortem.


¿Podría un sencillo curriculum vitae llegar a convertirse en un arma mortal?

En este relato corto de terror he querido jugar con esa idea un tanto absurda pero, a la vez, inquietante…

Faltaban solo unos minutos para la próxima entrevista. A las doce y cuarto Estela recibiría al siguiente candidato que ya esperaba tras la puerta del despacho; la mañana había sido productiva: cuatro entrevistas, y con las dos que faltaban llegaría a la hora del almuerzo. Al ritmo de un candidato a la hora terminaría con este proceso de selección en un par de días.

Disponía de los quince minutos habituales para repasar el curriculum antes de recibirle. Su ojo experto empezó a navegar por el documento en busca de esos detalles que le interesaban, las claves que le permitían detectar a un buen candidato a primera vista. El curriculum venía sin foto; eso no era muy común. Vicente Arias Macedo. Cuarenta y un años. Experiencia en varias empresas… Vaya, aquí había algo peculiar: administrativo en Dinafersa. Estela conocía esa empresa de algo.

Sí, claro, ¡allí había trabajado también su ex marido!

El mero hecho de recordar a aquel bastardo la había puesto de mal humor. Pero… no, ella era una profesional, no podía dejar que sus propias emociones la condicionaran. Siguió repasando el curriculum. Más experiencia, cursos de formación… ¿Academia Languist? ¡No podía ser! ¡Allí aprendió francés también el cerdo de Pablo!

Y para su sorpresa las fechas se ajustaban aproximadamente. Seguramente habrían coincidido en aquellos lugares, pero -se dijo – eso no pueden ser más que casualidades, y no se puede juzgar a este hombre en base a ellas. No obstante, continuó el repaso con algo más que aprensión.

Una lectura más detallada empezó a asustarla. La edad era la misma, el lugar de nacimiento, la formación. ¡No podía ser! ¡Aquel curriculum tenía demasiadas coincidencias con lo que recordaba de su ex! ¿Y si aquello era algo más que una casualidad…?

Era ya la hora de la entrevista pero no se atrevía a hacer pasar al candidato. Allí había algo muy extraño. Demasiadas coincidencias. Revivió entonces todo el horror que dormía en su memoria. Los abusos y las palizas. Las vejaciones. El juicio. La orden de alejamiento. Las recaídas. Las amenazas.

Recordó sus últimas palabras cuando le condenaron: «Voy a matarte», una amenaza cuyos ecos resonaban cada noche de insomnio. Revivió aquel momento devastador, y cómo tuvo que dejarlo todo e iniciar una nueva vida en aquella ciudad. Volvió a sentir todo el miedo y la angustia. ¿Y si el tal Vicente era en realidad…?

No, no podía ser. Estaba haciendo una tormenta de un grano de arena. Si, tenía que tratar de calmarse; se reconoció nerviosa y asustada. No estaba siendo objetiva, y desde luego no estaba en condiciones de realizar aquella entrevista. Descolgó el teléfono para decirle a la administrativa que despidiera al candidato y le diera una nueva cita para otro día. Pero no pudo hacerlo porque, para su disgusto, la linea interior no funcionaba.

No se atrevió a salir para avisarle ella misma. No, aquel tipo se lo tomaría a mal seguramente, ¿como decirle en su propia cara que hoy no se sentía bien? ¿Qué excusa podía darle al tal Vicente… lo que sea?

Miró de nuevo el curriculum. Vicente Arias Macedo. Uve, a, eme… ¡Joder! ¡Eso no podía ser! Entonces, era un nombre falso y…

Saltó de la silla y fue directa a cerrar el pestillo interior de la puerta. La adrenalina fluyó por sus venas como por un torrente cuando se recostó temblorosa sobre la pared, reconociendo horrorizada que esas uve, a y eme eran las iniciales de… ¡Voy A Matarte!

¡Tenía que pedir ayuda! El teléfono no funcionaba. Buscó presurosa su móvil en el bolso y reparó con frustración que no estaba allí. Buscó por todas partes, desesperada, sin poder encontrarlo. Trató de pensar, de encontrar una salida. Estaba sola, incomunicada y encerrada por dentro en su despacho. Y en ese momento sonaron unos nudillos golpeando la puerta.

El corazón le latía con tal fuerza que sintió que iba a escapar de su pecho. ¿Quién estaría tocando la puerta, Vicente o Pablo? ¡No! ¡No podía ser! El malnacido de Pablo tenía que estar todavía en la cárcel, le quedaban un par de años de condena, a no ser que… ¿y si lo habían soltado por buena conducta o le habían concedido algún permiso? Pero no, eso no era posible, la habrían avisado al menos. No, todo era una confusión, tenía que calmarse, seguramente aquel hombre no tenía nada que ver con Pablo y todo aquello no eran más que una serie de casualidades.

Los nudillos tocaron con mucha mas fuerza en la puerta.

Ella permaneció en silencio. Tal vez así se iría. Tal vez si pensaba que no había nadie en el despacho el hombre se marcharía y la dejaría en paz. Volvió a mirar el curriculum, consumida por las dudas y el miedo. Había muchas casualidades, empresas y lugares que coincidían con lo que sabía de Pablo, pero también había algunas contradicciones. De hecho, había un párrafo completo con nombres de empresas de las que no sabía nada, y entonces se le ocurrió tener en cuenta solo las iniciales de esos nombres tan extraños, igual que había hecho con el nombre. Y a medida que leía consecutivamente esas letras, ese, e, ere, a… una frase horrible fue tomando forma en su pensamiento: «SERAS MIA O DE NADIE».

Aquellas cinco palabras que estaban grabadas en su memoria, aprendidas con sangre y moratones durante todo el horror que fue su matrimonio. Ya no tenía ninguna duda: La muerte estaba llamando a su puerta.

Los toques de nudillos se convirtieron en golpes insistentes, acompañados de unos gritos y llamadas que no quería oír. Se tapó los oídos para protegerse de sus insultos y amenazas. Golpeaba con furia. Pareciera que iba a echar la puerta abajo, así que reaccionó desesperada y arrastró la mesa para colocarla detrás de la puerta, mientras pedía socorro a gritos. Las voces tras la puerta eran cada vez más apremiantes. Los golpes tan fuertes que amenazaban ya con romper las bisagras. Sintió que estaba perdida, que de pronto entraría allí Pablo hecho una furia con el único propósito de matarla. Y ella no podía hacer nada.

Se sentó sobre la mesa y trato de contener la puerta cerrada apoyando su espalda con fuerza. Era su única protección, tenía que evitar que la empujara y la abriera. Tenía que ganar tiempo hasta que apareciera alguien que pudiera ayudarla. Los gritos y los golpes en el exterior eran cada vez más fuertes. De repente sonó un grito horrible y la hoja de un hacha atravesó con violencia imparable la hoja de la puerta, haciendo volar astillas con un sonido estremecedor y quedando parada a sólo unos pocos centímetros de su cara.

Los bomberos trataron de reanimarla. No habían tenido más remedio que destrozar la puerta para entrar en vista de que no respondía a sus gritos, ni siquiera cuando le pidieron que se apartara de la puerta. El desfibrilador hizo saltar su torso sobre el suelo una y otra vez sin resultado. El infarto había sido fulminante. No pudieron hacer nada por ella.

Tampoco la policía. Lo clasificaron como muerte accidental. Las cámaras de seguridad revelaron que nunca hubo nadie en la sala de espera. Vicente Arias Macedo nunca existió. No pudieron averiguar por qué aquella mujer había colocado su mesa detrás de la puerta, ni qué era lo que la podía haber atemorizado tanto como para provocarle aquel ataque. Ni quién había enviado el mensaje de socorro que había hecho acudir a los bomberos.

Jamás llegaron a saber que el aviso partió de un ordenador de las clases de informática para los reclusos, el mismo ordenador que había enviado por mail aquel maléfico curriculum mortem.

27 Comentarios

  1. La mayoría de los presos por si quieres saberlo para tu historia estudian en la UNED, eso les permite tener una ventana hacía el exterior, además aunque esté prohibido la mayoría tiene facebook, incluido el terrorista Otegui, así que por esa red social se pudo enterar de muchas cosas.

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  2. Los presos no tienen porque tener el tercer grado, pueden solicitar estudiar en el momento en que tienen una buena conducta y están en módulos menos vigilados, no salen a estudiar, eso sí que lo hacen los del tercer grado. Tienen una sala de ordenadores, una biblioteca y cuatro aulas donde los profesores imparten las tutorías, eso en algunas cárceles.
    Eso sí, cualquier recluso que quiera estudiar tiene que hacer todas las obligaciones de la prisión.
    Tú relato me ha impresionado mucho, y el final ha sido impactante, quizás simplemente a la mujer se le fue la cabeza con esos recuerdos terribles e imaginó algo que nunca ocurrió. El miedo nos hace ver sombras inexistentes.
    Abrazos.

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        1. Hace tiempo necesitaba un espacio para ser políticamente incorrecto. Me encanta (intentar) hacer reir; el personaje es un compendio de tópicos y lugares comunes, lo uso como un ventrílocuo a su muñeco… hacía meses que lo tenía abandonado pero hoy, vaya, me apetecía!

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  3. Muy bueno.!
    Tratándose de alguien de Recursos Humanos, tienes para escoger la tara que te convenga para excusar que no lleve móvil y se comporte extrañamente. Suelen ser seres del Olímpo muy tiquismiquis, comparables a algunos jueces de la Audiencia Nacional (¡Con perdón!)
    En lo del engaño informático, siempre puede haber un cómplice.
    Siempre puede el ex haber salido antes de tiempo.

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    1. Calla, calla, si yo te contara mis experiencias con los/as de RRHH, puede que al día siguiente me encontrara a Julian Assange haciendo una sentada en mi puerta. Que soy muy mio: una vez me preguntó un coach qué era lo primero que haría para reducir costes en la empresa y le dije que despedirle a él.
      Dejémosla estar a la chica, se dejó el móvil en casa precisamente el día que a mí me venía muy bien para el relato, y punto.
      En cuanto a las otras opciones me gusta la segunda, libre antes de tiempo, o tal vez un permiso.
      Muchas gracias!

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    1. Vaya que si, me apetecía mucho darle otro final, pero el tema de fondo es tan crudo y real que no podía endulzarlo con un final feliz.
      Al fin y al cabo es una historia de terror que ocurre cada día, menos enrevesada, pero por desgracia cada día.

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  4. Lo siento, me he dejado algunos cabos sueltos: ¿por qué no funciona el teléfono? ¿Por que no lleva el movil encima? Demasiada casualidad, ¿no? Y el plan del asesino es muy endeblito, podrían haber fallado demasiadas cosas: que no estuviera sola, que pudiera sobreponerse a la situación…
    Seguro que se podría mejorar: admito ideas!!!
    Muchas gracias!

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    1. Este podría ser un buen comienzo para atraer la atención del lector. Solo falta desarrollar la historia _in medias res_ y repasar los malacostumbrados y persistentes errores. No obstante, me temo que, además de los fallos enumerados por ti, tendrías que añadir el más inverosimil, ya que los cursos de informática para presos solo están a disposicion de los que gozan del régimen abierto, es decir, los que acuden solo a pernoctar.

      Saludos

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      1. Fran, el relato si empieza in media res, no tanto con respecto a la acción en si, pero si a la historia en general, de hecho la protagonista revive todo el infierno de su matrimonio, que es fundamental para establecer el móvil y el culpable del crimen.
        Lo de los cursos, afortunadamente no tengo experiencia en esas situaciones!! Algo pensaré…

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        1. «¿Todos los presos en España tienen las mismas facilidades que Otegi para tuitear y hacer propaganda desde su celda?. Pregunto», ha escrito el diputado de UPyD. Una pregunta que ha provocado mofas desde el minuto uno. «¿Por qué te haces esto Toni? ¿No creerás que es él el que tuitea personalmente, verdad?», le señalaba un usuario.

          Y es que Arnaldo Otegi no actualiza su perfil de Twitter. No puede. Los internos no tienen acceso a móviles ni ordenadores ni tampoco a internet. Elementos todos ellos imprescindibles para poder lanzar esos característicos mensajes cortos de Twitter, que pueden ser compartidos y respondidos por los demás usuarios. Sólo tienen acceso a ordenador ciertos presos por motivos de estudios, y siempre con permiso.

          http://www.abc.es/espana/20130327/abci-canto-otegi-twitter-201303271240.html

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