Donde se dan algunas lecciones sobre prevención de riesgos.


-De veras que no lo entiendo, Marcia. Solo tenemos que cruzar un par de calles y ponerle las esposas.

-No es tan sencillo, Wallis…

-Jim.

-Jim. No es tan fácil. ¿Qué tendríamos? ¿Un video donde se ve un pickup Toyota que se parece al suyo? Estaría en la calle en menos de una hora, incluso con un abogado de oficio, y ya no volveríamos a verle el rastro. Tenemos que llegar al fondo; hasta ahora ese tal Ewans es lo único que tenemos. Toca estar de plantón, no hay otra.

-Ni siquiera esto es lo que pensaba.

-¿El qué?

-Ya sabes, la vigilancia de sospechosos: horas sentado en un coche comiendo donuts, o la típica furgoneta de reparaciones que en realidad tiene dentro más tecnología que Cabo Cañaveral… ¡Y resulta que todo se hace con un móvil!

-Es que Hollywood le ha hecho mucho daño a nuestra profesión. No hay nada más sospechoso que dos tipos sentados en un coche durante horas, ¿sabes? Y en cuanto a la furgoneta llena de aparatos… hoy en día basta con hackear un móvil o el GPS de un coche para poder hacer un seguimiento sin mayor problema. ¿Es que no os hablaron de todo eso en la academia?

-Pues no, no mucho. Allí todo eran procedimientos, reglamentos, leyes y muchos barrigazos en la pista americana.

-Entonces no ha cambiado nada, la verdad. En mis tiempos era igual: pruebas físicas para que no pudiéramos pensar en nada y llegáramos hechos polvo al catre, y horas y más horas de literatura sin sentido. Yo me hinché de copiar en los exámenes.

-Eso ahora está super controlado.

-Y entonces, ya te digo, pero nos apañábamos bastante bien. ¿No me digas que nunca has copiado?

-No, la verdad, supongo que….

-¡Espera! ¡Se está moviendo! ¡Arranca y vamos tras él!

El indicador en la pantalla táctil que marcaba la posición de la Toyota empezó a desplazarse lentamente por el East Side, donde las calles de Chicago terminan abruptamente en el estado de Indiana, hasta tomar dirección Norte por la autopista paralela al lago Michigan, en dirección al centro de la ciudad. Durante varios minutos siguieron su trayectoria a un par de manzanas de distancia hasta que vieron que se detuvo en Cottage Grove con la 42.

-Vamos a acercarnos, Jim. Aparca allí. Le seguiremos a pié.

En aquella avenida de dos carriles por sentido y amplias aceras, uno de cada cuatro o cinco edificios era una iglesia. Aquello parecía las Naciones Unidas de la fé: Baptistas, espiritualistas, bautistas, el convento de los Sagrados Ángeles, la iglesia de la Luz Gloriosa, la de la Estrella Brillante, la del monte Carmelo, la de la fundación Ricks, el templo Harris… hasta el más indeciso de los creyentes podría encontrar acomodo espiritual en aquella avenida.

Ewans caminaba por la acera cuando, de repente, miró a ambos lados y entró con decisión en un viejo edificio de ladrillo visto de dos plantas, un lugar prácticamente abandonado que lucía un par de carteles con la leyenda «for sale» y el teléfono de una inmobiliaria.

-Se ha girado a mirar, Marcia. ¿Se habrá dado cuenta de que lo estamos siguiendo?

-No creo, Jim. Solo tomaba precauciones para asegurarse de que no le vieran entrar en ese sitio. Y cuando alguien toma ese tipo precauciones…

-… es porque va a hacer algo que no quiere que vea nadie.

-¡Chico listo! Yo voy por la puerta principal, busca la trasera. Procura esconderte, solo queremos ver.

-Ok, Marcia.

Wallis se volvió con decisión pero Marcia le retuvo por el brazo cuando ya iba a ponerse en marcha. Le miró a los ojos y le habló en voz muy baja.

-Jim, ¿recuerdas lo que te dijeron en la academia de llevarla siempre con el seguro puesto y demás?

-Si, claro.

-Tú ni caso, ¿eh? En homicidios preferimos vernos en juicios que en entierros, ¿ok?

-Ok.- contestó mientras quitaba el seguro de su pistola.

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