Donde se consumen demasiadas servilletas.


El día siguiente volvió a resistirse a la primavera. Sherman regresaba de reunirse con el comisario de zona; aquel chico tenía madera y lo quería para su brigada, aún a costa de tener que cobrarse viejos favores. Ahora solo faltaba que los de administración no enredaran mucho con el papeleo.

Su despacho olía a café, a casos sin resolver y a familiares pidiendo justicia. Tras eludir las citas que le suplicaba su secretaria optó por salir al Starbucks y citarse allí con los chicos. Al menos estarían tranquilos; el café era igual de malo.

-Jefe -dijo Steve nada más llegar-, ¡tenemos una identidad!

Sherman no tuvo que insistirle para que hablara.

-Se trata de Anton Erdwark, un ex-convicto canadiense que violó la condicional y cruzó ilegalmente. En Hamilton le perdieron la pista hace unos meses. Las huellas coinciden. Tenía en sus espaldas un par de robos de poca monta y una violación por la que le cayeron cuatro años. No tiene familiares, ni saben a quien avisar para que se haga cargo del cuerpo. Era un pobre diablo, sin residencia fija.

-¿Tenemos el historial completo?

-Podemos conseguirlo.

-Hazte con él. A ese tipo lo mataron aquí, pero no fué en esa esquina: solo lo dejaron allí. Lo hicieron cerca, muy cerca, porque solo pasaron cinco o diez minutos. Tenemos que saber qué hacía por aquí, en que líos se metía y donde dormía. Peina ese historial a ver si encuentras alguna relación.

-Dalo por hecho, jefe.

-Marcia, ¿alguna novedad de tu ex?

-Nada. Estoy esperando a que me llame.

Por toda respuesta Sherman le tendió su propio teléfono.

-¡Joder, jefe! -dijo Marcia devolviendole el aparato-. Ya lo llamo yo. A veces te esfuerzas en hacer que este trabajo sea agradable, ¿verdad?

-Tengo mis dias, sí. Venga, llama ya al pollo ese.

Marcia marcó su número con desgana.

-¿Marc? Si, muy bien. No, no, solo te llamo para saber si has averiguado algo, es que mi jefe se esta poniendo bastante… Impertinente… ya sabes…

Sherman le hizo una suave reverencia a la que respondió el dedo medio de Marcia.

-Espera, Marc, que voy a tomar nota. Si. Si. Los ¿qué? ¿Druidas? Ya. No, sigue, sigue….

Y mientras Sherman y Steve captaban sólo palabras sueltas, retazos de lo que ya amenazaba en convertirse en una disertación, Marcia iba rellenando cada vez más servilletas de papel con nombres extraños y referencias, a las que añadía garabatos y figuras geométricas de cosecha propia como tenía por costumbre desde que tomaba apuntes en la universidad.

Nada más terminar la llamada, ambos se le quedaron mirando y Steve le puso la mano en el hombro con suavidad.

-Empiezo a comprender que dejaras a ese brasas.

-Esto no está pagado, no, no está pagado con nada.

-No te quejes tanto y desembucha -cortó Sherman.

-Parece que esos símbolos son una especie de runas, letras antiguas que usaban en Europa hace bastantes siglos. Por su forma él dice que pueden ser druídicas o algo así, y que pertenecen a la variante futhorc, más extendida en la antigua Inglaterra.

-Ya. Media hora para eso. ¿Has sacado algo en claro?

-No, Sherman. Me he quedado en la parte en que hablaba de Julio César.

-Y eso es mas o menos…

-… en la tercera o cuarta frase.

-Vaya -repuso Sherman decidido-, parece que tendremos que hacerle una visita a tu ex.

-¡Joder!

-Venga, chica, que tampoco es para tanto. Si quieres dile que estas liada con Steve para que se joda un poco.

-¡Mejor le digo que me he liado contigo para que crea que me he vuelto lesbiana!

-Touché, jefe -repuso Steve conteniendo la risa.

-¡Vaya! ¡veré si al menos parezco lo bastante hombre para que me traigan la cuenta…!

 

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