La Riemann. 2.


Sarah estaba atemorizada, pero sobre todo contrariada: Esto tenía que haberlo previsto. La Riemann había modificado ligeramente su rumbo pero al estar sin energía ya no disponía de compensadores para evitar que sus ocupantes continuaran con la trayectoria anterior. La propia inercia de sus cuerpos viajando a cientos de kilómetros por segundo era quién los empujaba hasta casi aplastarlos, pese a que la nave seguramente solo habría experimentado un pequeño desvío de su trayectoria. Un desvío mayor los habría aplastado irremisiblemente a todos.

-¿Estáis todos bien? -preguntó Reed.

-Creo que sí -respondió Wood, médico de la misión- pero ¿qué ha sido esto Frank?

Reed se incorporó trabajosamente y dijo:

-Yo diría que la nave ha cambiado de rumbo y nosotros no. Creo que ya no tenemos los compensadores. Hay que pensar algo y rápido: a la velocidad que nos movemos un viraje algo más brusco podría resultar fatal.

Sarah ya había llegado a la misma conclusión, pero ahora se planteaba otros interrogantes: ¿Cómo había podido virar la nave sin disponer de energía ni sistemas de navegación? ¿Qué había provocado ese cambio de rumbo? No podía ser la gravedad del planeta, pues habría atraído por igual a la nave y sus ocupantes. Algo empezaba a escapar a toda lógica y Sarah no se atrevía a compartir sus temores para no alarmar aún más a sus compañeros.

Bastaba mirarles para comprender que estaban aterrados. Habían descubierto con pavor que la Riemann había pasado de ser esa maravilla tecnológica en la que habían atravesado cómodamente el espacio durante largos meses a convertirse en una verdadera trampa mortal.

En ese momento la voz del comandante Mertens irrumpió débilmente a través de un canal ejecutivo a todos sus commpacks, y de estos pasó directamente a sus nanoimplantes, que formaron el siguiente mensaje en sus cerebros:

[Mertens] ¡Atención todos! Tenemos una situación de pérdida total de energía. El reactor esta dañado y hemos perdido las baterías principales y auxiliares. No tenemos impulsión, navegamos a la deriva sin ningún tipo de control, sin modulo grav y sin compensadores inerciales. Tenemos un agujero enorme en el casco de la nave. Hay heridos y algunas bajas. Acudan todos de inmediato al puente de mando. Repito: ¡Vengan todos al puente de mando YA!

-Si no hay red, ¿Cómo ha podido hablarnos…? -se preguntó Frank en voz alta, extrañado como todos ante la llegada del mensaje.

-Se trata de un canal ejecutivo -dijo Sonja- Seguro que esos militares tienen nanos potenciados de alto alcance o algo parecido. Y quien sabe qué otras cosas…

-¿Qué más da, Sonja? -contestó Hillbert – Para eso se supone que están aquí ¿no? Protegernos, vigilarnos, controlarnos y todo eso.

-Si pero…

-Venga, ya habéis oído, ¡todos al puente de mando! -se impuso Frank- Mucho me temo que nos va a pedir que evacuemos la nave, así que coged lo indispensable e id para allá de inmediato.

Sonja y Hillbert empezaron a recoger unidades de memoria, parte de su instrumental científico y también algo de ropa y comida del refrigerador, sin saber muy bien que llevarse.

-Esperad -dijo Sarah- Dejad todo eso. No os va a servir para nada. Coged los trajes de vacío, todos los que encontréis.

Sarah era la única de los científicos que se había atrevido a hacer un corto paseo espacial durante el viaje y sabía por experiencia que los trajes contenían todo lo necesario para sobrevivir por un periodo corto de tiempo: calefacción, agua, comida deshidratada, kits médicos, comunicaciones, oxigeno… si no se restablecía el suministro de energía a los sistemas de soporte vital pronto necesitarían esos trajes para poder sobrevivir.

-Sarah lleva razón -dijo Reed-. Coged los trajes y no perdáis ni un minuto más. Venga, Sarah, ayúdame a desmontar el emisor.

-Pero, Frank, ¿Que pretendes con eso…?

-Ya has oído, la nave esta perdida pero seguimos teniendo una misión. El emisor es nuestra única oportunidad de poder comunicar a la tierra si este planeta es viable o no, si es que llegamos a averiguarlo.

-Ya, pero ¿con qué energía piensas activarlo?

-Tu eres la ingeniero, Sarah. Venga, ayúdame, este amiguito se viene con nosotros.

[Mertens]. ¡Les quiero a todos en el puente de mando¡ !a todos! ¿Que pasa con la misión científica? ¡Vengan rápido si no quieren consumirse junto con la nave cuando entremos en la estratosfera!

Mientras Sarah y Reed trataban de moverse de alguna manera hacia el puente, golpeándose con las paredes o el techo de los largos corredores por la dificultad añadida de arrastrar el emisor y sus trajes de vacío, un torrente interminable de órdenes, informes de situación, control de daños y recuento de bajas que llegaba contínuamente a sus nanos desde los canales ejecutivos de los militares que ahora estaban abiertos a todos.

[Dagmarson] Señor, tenemos daños irreparables en el reactor. Repito: Irreparables. Están despresurizadas la zona del reactor, la bodega de carga y la mayoría de conductos de servicio. Las baterías están inutilizadas por la explosión. Los sistemas de soporte vital estan al 25%. El oxigeno baja del 18% y la temperatura cae rápidamente.

[Mertens] Dame tiempos, Dagmarson.

[Dagmarson] Quince minutos de oxigeno. Pero bajaremos de cero grados en ocho o nueve minutos.

Una explosión, pensó Sarah. Eso explica algunas cosas, pero, ¿qué tipo de explosión?

[Mertens] ¡Tengan todos preparados sus trajes! ¡Podemos ganar algo de tiempo con ellos!. Foster, ¿Como van con los reactores de maniobra?

[Foster] No hay manera de ponerlos en marcha, señor, no hay energía para activarlos y el control manual está ya congelado.

[Mertens] ¡Maldita sea! ¡Tienes que encenderlos como sea! ¿Como lo ves, Hiroki?

[Hiroki] Este jodido planeta esta tirando de nosotros. Si no conseguimos corregir el rumbo, el angulo de reentrada superará los diez grados. Nos haremos pedazos.

[Mertens] ¿Tiempo para el impacto?

[Hiroki] Calculo que unos diez minutos, señor. Puede que menos…

Por eso nos lleva a todos al puente -pensó Sarah- Las cápsulas de evacuación.

Al doblar un recodo se toparon de bruces con Karl Meier, que salía repentinamente de su compartimento en la zona de dormitorios. El alto y desgarbado biólogo tenía una brecha en la frente y llevaba la cara totalmente pálida y ensangrentada.

-¡Karl! ¡Karl! ¿Sabes qué esta pasando?

-No, Sarah, no lo sé. De pronto todo se estremeció, creo que me caí de la cama y cuando me levanté del suelo traté de salir del camarote, pero todo estaba oscuro y entonces… entonces ¡me ví aplastado contra la pared! Ha sido horrible. No sabía qué hacer. Ya pensaba que iba a morir en ese cuartucho cuando oí el mensaje de Mertens.

-Karl, estás sangrando. Hay que mirarte eso.

-¿Sangrando? ¿Yo? ¿Dónde?

Sarah descubrió que la tremenda descarga de adrenalina les impedía ser conscientes de ciertas sensaciones y detalles. Meier ni siquiera se había dado cuenta de la herida que se había hecho al caer. Le tomó la mano con decisión y se la colocó en la frente, presionando el corte para contener la hemorragia, al tiempo que le decía:

-Justo… aquí. Mantén así la mano haciendo presión y vamos rápido al puente: Allí le echaremos un vistazo a esa herida.

 

Esta es la continuación de la primera entrega, ahora que lo leo de nuevo creo que no aporta nada, no en el nuevo contexto: demasiados párrafos para dar muy poca información. Lo importante ocurre justo después, cuando llegan al puente de mando, y algunos personajes no tendrán mayor trascendencia, creo que pasaran de secundarios a meros figurantes.

Sin embargo, antes de deshacerme de esto, os lo muestro por lo menos para que tenga su oportunidad de ser leído.

En toda esta parte hay unas seis mil palabras, y creo que después de las correcciones y la reescritura se quedarán en unas dos mil.

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